Sé que tienes una agenda muy ocupada, pero quieres mantenerte al día con las últimas noticias e investigaciones sobre fitness y salud. Por eso, cada semana te informo sobre un artículo reciente que he leído. El artículo de esta semana es:
How Music Can Boost Our Workouts [Cómo la Música Estimula Nuestros Entrenamientos]
Un nuevo y excelente experimento encuentra que hacer música, y no solo escucharla, durante el ejercicio hace que este sea más fácil, lo que sugiere que el amor por la música puede haber evolucionado, en parte, para aliviar el esfuerzo físico.
Aquí mi resumen:
Tanto los investigadores como las personas que se ejercitan han conocido desde hace tiempo, que escuchar música altera la experiencia de ejercitarse. Estudios anteriores han mostrado, por ejemplo, que la música rápida inspira a entrenamientos rápidos, y que ésta también puede calmar a los competidores antes de una carrera u otra situación de mucha presión, mejorando su subsecuente desempeño.
Pero, a la fecha, nadie había pensado en investigar si crear música, y no solo escucharla, podría tener un efecto en los entrenamientos, o si el impacto sería cualitativamente diferente a cuando las personas que se ejercitan, escuchan la música a través de las bocinas del gimnasio o en sus propios audífonos.
Así que, para un nuevo estudio, el cual fue publicado en línea hace unos días en Proceedings of the National Academy of Sciences, los investigadores en el Max Planck Institue for Human Cognition and Brain Sciences en Leipzig, Alemania, y otras instituciones, comenzaron por inventar un kit electrónico que podía ser integrado a las máquinas de pesas, transformándolas en grandes bocinas. Una vez instalado, el kit produciría un rango de propulsión de música electrónica, con una variedad de niveles de sonido y ritmos, dependiendo de cómo las máquinas fueran manipuladas durante los entrenamientos.
Los investigadores instalaron los kits en tres diferentes máquinas, y reclutaron un grupo de 63 hombres y mujeres saludables, y los dividieron en grupos, a cada uno de los cuales se les asignó el uso de una de las máquinas equipadas con los kits, durante una corta pero intensa sesión.
Según estos entrenaban, sus máquinas vibraban con un golpeteo de 130 latidos por minuto, el nivel del sonido subía o bajaba según los esfuerzos de cada uno y se mezclaba con los ritmos creados por los otros dos grupos. Los participantes pudieron modular o crear ritmos, dijo Tomas Hans Fritz, uno de los investigadores que dirigió el estudio.
Los grupos fueron, en efecto, haciendo de Disc Jockey en sus entrenamientos, creando sonidos que hacían eco a sus esfuerzos físicos.
Durante otra sesión, cada grupo uso las mismas máquinas, pero éstas no tenían la música agregada, mientras en el gimnasio, otros voluntarios se ejercitaban con las maquinas equipadas con la música, significando esto que un grupo estuvo escuchando pasivamente los sonidos creados por el otro grupo.
A través de cada entrenamiento, los investigadores monitorearon la fuerza que los voluntarios generaban mientras usaban las máquinas, también si los movimientos de los que levantaron pesas eran movimientos fluidos y cuanto oxigeno consumían. Después de esto, los científicos les pidieron que calificaran la tolerancia o la incomodidad de la sesiones en una escala del 1 al 20.
Los resultados mostraron que la mayoría de los voluntarios había generado una mayor fuerza muscular mientras trabajaban con las máquinas equipadas con la música, que con las que no se habían modificado. Ellos también habían usado menos oxígeno para generar esa fuerza y reportaron que sus esfuerzos se habían sentido menos. Sus movimientos fueron también más suaves en general, resultando esto en mayor y constante fluidez musical.
Crear sus propios ritmos y melodías había bajado el esfuerzo de ejercitarse y aumentado grandemente su subjetivo atractivo en comparación con cuando los voluntarios escucharon pasivamente la misma música, dijo Dr. Fritz.
Una dinámica similar podría haber motivado a los humanos al principio para silbar o tararear mientras cazaban o labraban, y después subir sus voces en canciones durante labores físicas más intensas, dijo éste.
Pero no está totalmente claro el porqué orquestar tu propia música de fondo debería tener un mayor beneficio físico que solo escucharla.
“Pensamos que los efectos observados son probablemente debido a un mayor grado de control motor emocional”, cuando participas activamente en hacer música, dijo Dr. Fritz. El control motor emocional, en comparación con entrenamiento diario y deliberado que normalmente dirige nuestros movimientos musculares, opera casi por debajo de la conciencia. Tu cuerpo responde a esta con poca voluntad y te mueves con esfuerzos reducidos y se incrementa la alegría. Este es el éxtasis musical, dijo el Dr. Fritz, y parece haber penetrado, en cierto grado, el gimnasio donde los que se ejercitan componen música mientras sudan.
Desafortunadamente, los kits musicales que el Dr. Fritz y sus colegas han desarrollado, no están disponibles comercialmente, aunque pudieran estarlo en un futuro. Por ahora, añadió, puedes estar contento con ignorar la música de fondo del gimnasio y empezar a crear la tuya propia.