2/5/2014 Mi Selección de la Semana en Fitness y Salud

Pili Cuadrado

Pili Cuadrado

Sé que tienes una agenda muy ocupada, pero quieres mantenerte al día con las últimas noticias e investigaciones sobre fitness y salud. Por eso, cada semana te informo sobre un artículo reciente que he leído. El artículo de esta semana es:

The Limits of “No Pain, No Gain” [Los Límites del “No Pain No Gain”]

Un nuevo estudio ayuda a explicar porqué el ejercicio hace que nuestros músculos duelan, y sugiere que no siempre es buena idea ignorar la fatiga e ir más allá.

Aquí mi resumen:

El ejercicio nos cansa. Un nuevo estudio ayuda a dilucidar porqué y también sugiere que mientras sea posible trabajar más allá de la fatiga para alcanzar nuevos niveles de acondicionamiento físico, no es necesariamente inteligente.

A simple vista, la fatiga relacionada con el ejercicio parece simple y fácil de entender. Nosotros nos esforzamos y, eventualmente, nos desgastamos con músculos adoloridos, hasta el punto en que la mayoría disminuimos o paramos. Raramente, si alguna vez, seguimos hasta un punto de total colapso físico.

Pero desde hace mucho tiempo, los científicos han estado desconcertados sobre cómo los músculos saben que están a punto de agotarse y necesitan transmitir ese mensaje al cerebro, que es el que tiene la tarea de decirle al cuerpo: ahora sería un buen momento de parar o disminuir el paso y empezar a buscar donde sentarse.

En este sentido, hace poco, científicos en la Universidad de Utah en Salt Lake City, empezaron estudiando las células nerviosas aisladas de los tejidos musculares en roedores. Otra investigación había establecido que contraer los músculos liberaba un número de sustancias, incluyendo ácido láctico–lactato en su forma ionizada–y adenosín trifosfato, ATP por sus siglas en inglés, un químico envuelto en la creación de energía. Los niveles de cada una de esas sustancias se elevaron sustancialmente cuando los músculos trabajaron duro.

Para determinar si y cómo esas sustancias contribuyeron a la fatiga muscular, los científicos de Utah, empezaron agregando las sustancias de una en una a las células nerviosas aisladas de los roedores. Nada pasó cuando los científicos agregaron las sustancias individualmente.

Pero cuando expusieron las células a una combinación de todas las sustancias, muchas ellas respondieron. En tejidos musculares vivos, esas neuronas presumiblemente enviarían mensajes al cerebro alertándolo sobre un creciente malestar muscular. Curiosamente, los científicos encontraron que las diferentes neuronas respondieron distintamente, dependiendo de la cantidad de las sustancias combinadas que los científicos añadieron a las placas de laboratorio que contenían las células nerviosas de los roedores.

Estas son células nerviosas de roedores, sin embargo, los científicos decidieron repetir y expandir el experimento en humanos. Para un estudio publicado en febrero en Experimental Physiology, ellos reclutaron los pulgares de 10 adultos–mujeres y hombres. Todos los voluntarios fueron al laboratorio, pero solo se necesitaban sus pulgares, ya que los investigadores querían estudiar los músculos que eran accesibles y mantenidos inmóviles fácilmente. Y los pulgares servían muy bien.

Así que se le pidió a cada voluntario no mover sus manos, y se les inyectó lactato—ATP–o varios de los ácidos, justo debajo del tejido que cubría uno de los músculos en los pulgares. Después de que la incomodidad de la inyección había pasado, ellos preguntaron a los voluntarios si habían sentido algo, y ninguno lo hizo.

Luego inyectaron los pulgares de los voluntarios con tres sustancias combinadas a un nivel comparable de cantidades producidas naturalmente durante el ejercicio moderado. Después de unos pocos minutos, los voluntarios empezaron a reportar sensaciones similares a la fatiga, diciendo que sus pulgares se sentían pesados, cansados, hinchados y en un caso con cosquilleo, aunque los pulgares no se habían ejercitado para nada.

En una siguiente inyección, los investigadores aumentaron la cantidad de las sustancias combinadas hasta que se aproximaron a esas producidas durante el ejercicio intenso. Los voluntarios reportaron una fatiga muscular intensa y también algunos destellos de dolor.

Finalmente, los investigaros aumentaron los niveles de las sustancias hasta que fueron similares a lo que se ve durante las exhaustivas contracciones musculares. Después de esta inyección, los voluntarios reportaron un dolor considerable en sus pulgares, como si los músculos hubieran completado un entrenamiento extenuante.

Lo que los resultados del estudio indican, dijo Alan R. Light, profesor de la Universidad de Utah y autor principal del estudio, es que la sensación de fatiga en los músculos durante el ejercicio probablemente empieza cuando estas sustancias comienzan a acumularse. Pequeñas cantidades de las sustancias combinadas estimulan las células nerviosas específicas en los músculos, que a través de complicadas interacciones con el cerebro, causan las primeras sensaciones de cansancio y pesadez en los músculos que están trabajando.

Estas sensaciones tienen solo una ligera relación con el combustible restante y la energía en los músculos. No indican que el músculo está a punto de verse obligado a dejar de trabajar. Pero es un sistema de alerta fisiológica temprana, una forma de que el cuerpo reconozca que en algún lugar más adelante existe un límite.

Cada aumento posterior en los niveles de acido láctico y otras sustancias, amplifica la sensación de fatiga, dijo el Dr. Light, hasta que las sustancias se vuelven tan concentradas que al parecer activan un conjunto diferente de neuronas, relacionado con la sensación de dolor. En ese momento, el ejercicio empieza a doler y la mayoría de nosotros parará sensatamente, previniendo el daño muscular que causaríamos si continuramos.

Por supuesto, las mejoras del rendimiento físico a veces exigen que sigamos a través de la fatiga y el dolor muscular. Hay algo de verdad en el adagio de “No Pain No Gain”, dijo el Dr. Light. Pero si no se tienen en cuenta todas las señales de los músculos, este adagio puede estar equivocado, dijo.

En experimentos recientes en su laboratorio, ciclistas que recibieron dosis suaves de sedantes que bloquean el flujo de mensajes nerviosos desde los músculos al cerebro y viceversa, pudieron montar más rápido de lo que nunca lo habían hecho antes, con un mejor sentido de la facilidad física, hasta que, sin previo aviso, los músculos de sus piernas se doblaron, se quedaron sin fuerza y casi se paralizaron, y estos tuvieron que ser ayudados. En este sentido, hacer caso omiso de la fatiga y el dolor, no es una  buena estrategia competitiva a largo plazo, dijo el Dr. Light.

Lo mejor es, dijo, poner atención a los mensajes de sus músculos y ajustar el entrenamiento de acuerdo a esto. Si tu meta de ejercicio consiste en ser más rápido o más fuerte, busca un ritmo o intensidad que te permita trabajar normalmente y en ocasiones, lo justo mas allá de la línea entre la fatiga y el dolor, una línea que será diferente para cada uno de nosotros y, que varía día a día. Si por el contrario, tu objetivo es algo más fácil, placentero y sostenible, considera una intensidad en la que tus músculos se sientan solo un poco pesados y cansados.

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