25/4/2014 Mi Selección de la Semana en Fitness y Salud

Pili Cuadrado

Pili Cuadrado

Sé que tienes una agenda muy ocupada, pero quieres mantenerte al día con las últimas noticias e investigaciones sobre fitness y salud. Por eso, cada semana te informo sobre un artículo reciente que he leído. El artículo de esta semana es:

Younger Skin through Exercise [Piel más jóven con Ejercicio]

De acuerdo a una nueva y sorprendente investigación, el ejercicio no solo parece mantener la piel más joven, si no que puede, también, revertir el envejecimiento de la piel en las personas que empiecen a ejercitarse más tarde durante su vida.

Aquí mi resumen:

Como muchos de nosotros sabemos por nuestra propia experiencia, los cambios en nuestra piel según avanzamos en edad, resultan en arrugas, y flacidez. Esto ocurre a causa de los cambios internos de nuestra dermis.

Después de los 40, muchos de nosotros empezamos a tener un engrosamiento en nuestra capa córnea, la última capa protectora de nuestra epidermis. Esta es la porción de la piel que se ve y se siente. Compuesta mayormente por células muertas y algo de colágeno, ésta se pone más reseca, y más densa con la edad.

Al mismo tiempo, la capa de la piel debajo de la epidermis, la dermis, empieza a ponerse más fina, perdiendo células y elasticidad, dándole a la piel una apariencia más transparente y con frecuencia más flácida.

Estos cambios son independientes a cualquier daño que el sol haya causado en nuestra piel, son únicamente el resultado del paso del tiempo.

Pero, recientemente investigadores en la Universidad McMaster en Ontario, comenzaron a preguntarse si estas alteraciones eran inevitables. Estudios anteriores en esta universidad con ratas que eran criadas para envejecer prematuramente, habían mostrado que un constante régimen de ejercicio podía prevenir o revertir los signos del envejecimiento prematuro en estos animales. Cuando los miembros de esta cría de ratas permanecieron sedentarios, estos rápidamente crecieron frágiles, enfermos, dementes, canosos y calvos. Pero cuando se les permitió ejercitarse, mantuvieron sus cerebros, corazones, músculos, órganos reproductores y pelaje saludables y, por mucho más tiempo que sus compañeros sedentarios. Su pelaje nunca se tornó gris.

En este sentido los investigadores especularon que si el ejercicio podía mantener la capa externa de la piel de los animales sin ningún cambio, podía hacer lo mismo con la nuestra. 

Para determinar esa posibilidad, los científicos reunieron 29 voluntarios, hombres y mujeres entre 20 y 84 años. Cerca de la mitad de los participantes se ejercitaba moderada o vigorosamente por lo menos tres horas cada semana, mientras que los otros eran totalmente sedentarios, ejercitándose por menos una hora a la semana. Luego se tomaron muestras de la piel que no había sido expuesta frecuentemente al sol, y fueron examinadas.

Cuando estas fueron estrictamente comparadas por edad, las muestras de piel en general estaban alineadas con lo que era de esperarse. Los voluntarios mas viejos generalmente habían tenido las capas de arriba más gruesas y las de abajo más finas.

Pero esos resultados cambiaron notablemente cuando los investigadores subdividieron estas muestras por hábitos de ejercicio. Ellos encontraron que después de los 40 años, los hombres y las mujeres que se ejercitaron frecuentemente tenían una capa córnea notablemente más fina y saludable y las capas de su dermis más gruesa. Su piel estaba mucho más cerca en composición a la de 20 y 30 años.

Sin embargo, según los investigadores encontraron, otros factores incluyendo dieta, genética y estilos de vida, podrían haber influenciado en las diferencias en la condición de la piel entre el grupo que se ejercitaba y el grupo sedentario. Era imposible saber si el ejercicio por si solo había afectado la piel de las personas o había sido solo suerte, debido a la genética y estilos de vida saludables.

Así que los investigadores, formaron entonces un grupo de voluntarios sedentarios para que se ejercitaran, después de haber obtenido primero muestras de sus pieles expuestas al sol. Los voluntarios tenían 65 años y más cuando empezó el estudio, y una piel normal para su edad. Estos empezaron a entrenar dos veces por semana, trotando o montando bicicleta por 30 minutos, a un paso moderado equivalente por lo menos al 65 por ciento de su capacidad aeróbica máxima. Esto continuó por tres meses y al final de este tiempo, los investigadores repitieron las biopsias.

Pero ahora las muestras parecían muy diferentes, con capas internas y externas muy similares a esos de 20 a 40 años. No quiero exagerar los resultados, pero, realmente fueron muy obvios, dijo Dr. Tarnopolsky, el profesor que dirigió el estudio. Debajo del microscopio, la piel de los voluntarios lució como la de una persona mucho más joven, y todo lo que hicieron diferente fue ejercitarse.

No está totalmente claro cómo el ejercicio cambia la composición de la piel, pero en otra parte separada del estudio, los investigadores chequearon por alteraciones en los niveles de ciertas sustancias creadas cuando se trabajan los músculos. Llamadas myokines, estas sustancias son conocidas por entrar al torrente sanguíneo y causar cambios en las células. En este caso, los científicos encontraron grandes niveles de un myokine llamado IL-15 en las muestras de piel de los voluntarios después de ejercitarse. Sus muestras de piel contenían casi un 50 por ciento más de IL-15 después de haberse ejercitado que al principio del estudio.

Los investigadores sospechan que otros myokines y sustancias están también envueltas en los cambios de la piel relacionados al ejercicio, dijo el Dr. Tarnopolsky, resaltando también que ninguna píldora de IL-15 o inyección replicará nunca los beneficios que tiene la piel después de un entrenamiento.

Tampoco hay pruebas de que el ejercicio revierta las arrugas y otros daños causados por el sol, algunos de los cuales muchos de nosotros acumulamos cuando nos ejercitamos al aire libre. Aun así, dijo el Dr. Tarnopolsky, es sorprendente ver todas las maneras en que el ejercicio cambia nuestro cuerpo, incluyendo la piel debajo de nuestros “shorts”.

 

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